Se espera que la FDA emita en los próximos meses unos cambios en la información nutricional de los alimentos, tal vez sea el cambio más controvertido ya que su propuesta es incluir los azúcares añadidos en la etiqueta nutricional de cada producto.
FDA corrigió la propuesta original del 2014, la cual mencionaba la voluntad de cuantificar la cantidad de azúcares añadidos en gramos. Esta asociación requiere que los fabricantes detallen con claridad la cantidad de azúcar añadido que contiene el producto relativo al límite diario total, una medida llamada porcentaje del valor diario (VD%).
La FDA recomienda que el VD% de la ingesta de azúcares añadidos no supere el 10% total de calorías diario.
Actualmente, la FDA no tiene una definición para los azúcares añadidos. Por este motivo, la nueva norma de etiquetado definirá los azúcares añadidos como el azúcar que es añadido tanto en la producción del producto como en su envasado. Desde una perspectiva molecular no existen diferencias entre azúcares naturales o propios del producto de los añadidos. Además todavía no existe ningún test de laboratorio que pueda diferenciarlos.
Conforme la FDA, los azúcares añadidos incluirán:
– Azúcar como caña de azúcar, como el de procedente de remolacha, azúcar moreno, dextrosa, glucosa, azúcar invertido, lactosa y maltosa;
– Siropes tales como la alta fructosa de jarabe de maíz, fructosa cristalina, jarabe de maltitol y jarabe de arce;
– Los azúcares naturales que están aislados de un alimento completo y concentrado hasta que el azúcar es el principal componente, tales como jugo de frutas concentrados;
– Otros edulcorantes calóricos, incluida la miel, melaza, edulcorante de maíz y azúcar de mesa.
Aunque los cambios en la etiqueta nutricional parecen ser de poca relevancia, es un coste significante para empresas alimentarias, restaurantes y fabricantes nacionales e internacionales. Para la industria alimentaria, la FDA ha estimado que el coste supondrá unos 2 billones de dólares y afectarán a 60,000 fabricantes.
De manera que, FDA propone 6 meses para que la industria pueda prepararse a los cambios en las etiquetas, y permite que el cambio sea completado dentro de 2 años.
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