Los casos de fraude alimentario recibidos por la Red de Fraude Alimentario en la UE crecen cada año y se calcula que los costes asociados a estas malas prácticas son de entre 25.000 y 35.000 millones de euros al año. Estos casos repercuten en todos los eslabones de la cadena alimentaria: el consumidor, que siente desconfianza; las autoridades, que deben incrementar los controles; y la industria, que ve afectada su imagen.
El querer ofrecer productos alimentarios económicos ha contribuido a que los casos de fraude vayan en aumento año tras año. La Red de Fraude Alimentario de la UE trabaja para evitar los posibles incumplimientos de estos productos alimentarios más allá de nuestras fronteras.
El número de requerimientos abiertos que se compartió en esta Red durante el 2018 fue un 30% superior respecto al 2017, llegando a los 239 casos, con España a la cabeza.
Muchos de los fraudes no suponen un riesgo para la salud, pero suponen un daño para la imagen de la industria, además de la repercusión económica que suponen este tipo de prácticas. Las más comunes son la adición de conservantes o colorantes para esconder el uso de ingredientes de baja calidad o cambiar un alimento por otro sin que esto se vea reflejado en la etiqueta, declarar orígenes o procedencias de las materias primas falsas, etc.
Cuando clasificamos por tipo de producto observamos que los productos pesqueros son los que más solicitudes de seguimiento por sospechas de fraude alimentario han generado, la mayoría de ellas causadas por tratamientos o procesos fuera de lo establecido, o por el reemplazo o adición del producto. En el caso de los productos cárnicos y las grasas y aceites, en segundo y tercer lugar respectivamente, los fraudes son debidos a documentación o etiquetado incorrecto.
Tras los escándalos destapados en los últimos años en Europa la confianza y credibilidad que depositaban los consumidores en los alimentos, las empresas productoras e incluso en las autoridades ha disminuido a pesar de tener los alimentos con mayor nivel de seguridad alimentaria a nivel mundial. Esto supone un reto para el mercado actual y todos los agentes de la cadena alimentaria deben trabajar de forma conjunta para evitarlo.
Fuentes: Food Navigator, Ainia