Solemos asociar el fraude alimentario con ciertos alimentos como la carne roja o el pescado. Pero hay otros alimentos, como la miel, que no cumplen con las normas europeas establecidas.
Cada vez es menos rentable y más difícil producir miel. Además los consumidores consideran la miel como un producto totalmente natural, con lo que no suelen cuestionarse la procedencia ni autenticidad de la misma. Todo esto puede derivar enun incremento en las prácticas fraudulentas.
Un equipo de investigadores está trabajando para verificar si toda la miel que se produce en la Unión Europea se ajusta a lo establecido por la legislación o nos encontramos frente a un nuevo caso de fraude alimentario.
Para llevar a cabo la investigación se analizaron hasta 2.237 test en la miel entre Junio y Noviembre del 2015, procedentes de los 28 Estados Miembro de la Unión Europea más Suiza y Noruega. De estas muestras el 61% eran miel, y el 31% eran mezclas de miel.
Los resultados de los análisis descubrieron que casi una de cada cuatro muestras (el 19%) no cumplían con alguno de los cuatros análisis que se hacían:
– Parámetros físico-químicos
– Fuente (origen)
-Contenido de azúcar
– Etiqueta, como declaraciones de salud no autorizadas.
Al menos un 30% de los productos fraudulentos se habían adulterado con jarabes de azúcar para disminuir el coste de la producción, y casi la mitad de las muestras fraudulentas estaban mal etiquetadas (especie botánica u origen geográfico incorrectos).
De todos modos el estudio todavía no ha finalizado. Los resultados finales se presentarán a mediados del 2016. Durante este periodo se analizarán 1.200 muestras más con métodos más avanzados.
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