¿TODAVÍA ME LO PUEDO COMER?

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Distinguir entre caducidad y consumo preferente es la clave.

Es frecuente caer en la tentación de alargar la caducidad que marcan las etiquetas de los alimentos. Una de cada tres personas lo hace en España. Pero los expertos advierten de que esa acción puede poner en riesgo la salud y que ningún alimento debería ser consumido tras la fecha de caducidad, que es la que indica el momento en el que el productor deja de estar comprometido con la seguridad. Algo bien distinto es el consumo preferente, que simplemente establece el día hasta el cual el producto mantiene sus cualidades organolépticas intactas.

Distinguir con claridad ambos conceptos es la primera clave para un consumo seguro y responsable. La fecha de consumo preferente aparece en una amplia variedad de alimentos. Una vez superada, siguen siendo saludables, siempre que se respeten las instrucciones de conservación y su envase no esté dañado, pero es posible que haya perdidos sabor y textura.

La cosa cambia radicalmente cuando hablamos de fecha de caducidad, que suele aparecer en alimentos muy perecederos. Ninguno debe ser consumido tras esa fecha y se han de seguir rigurosamente las instrucciones que marca la etiqueta. No obstante, es posible alargar la conservación más allá, siempre que se congele poco después de adquirirlo.

Para la mayoría de productos, son los propios fabricantes los que establecen las fechas orientativas de consumo. Lo determinan a través de 3 análisis; microbiológico, físico-químico y sensorial.
Una excepción a esta potestad de las empresas de establecer las fechas de consumo preferente son los huevos. Por normativa europea tienen que venderse 21 días después de la puesta y consumirse, preferentemente 28 días tras la misma. Si estas fechas se prorrogasen siete días, el riesgo de infecciones aumentaría un 40% para los huevos sin cocinar y un 50% para los huevos a medio guisar.

Cocinar un alimento es el método de conservación más seguro y usado. Cualquiera que se consume crudo es más susceptible de estar contaminado, especialmente productos animales, pero también vegetales y productos que requieren mucha manipulación. Tras la Salmonella, el microorganismo que causa más problemas desde el punto de vista epidemiológico es el estafilococo áureo, que vive en la piel del ser humano. Son muchos los microorganismos que pueden entrar en contacto con la comida. Todo tipo de bacterias, levaduras y mohos están en el ambiente y pueden contaminarla. Esta eventual contaminación se solucionaría cocinando bien el alimento.

Hoy en día, los alimentos presentan unos niveles de seguridad como nunca en la historia. Los controles a los que son sometidos, en combinación con los tratamientos conservadores, hacen que sea casi imposible una intoxicación si no hay de por medio una negligencia.

Fuente: El País

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